Las protestas contra el CFA, llamada “la última moneda colonial” ha crecido durante los últimos años, como expresión del rechazo al control colonial francés sobre las finanzas de catorce países africanos. En consecuencia, los llamados al fin del CFA exponen tal vez como ningún otro hecho, el repudio al sistema colonial francés.

Por el contrario, los acuerdos de los países africanos con China y Rusia marchan a ritmos acelerados. Los pueblos africanos no olvidan que en el último medio siglo contaron con el apoyo multilateral irrestricto de China y Rusia, incluso en el terreno militar, para sacudirse del colonialismo, dando continuidad a la cooperación en la difícil tarea de erigirse en países independientes.

Es algo que Francia ni Estados Unidos pueden hacer, sabiendo que han dado financiamiento, armas y entrenamiento a estos grupos terroristas que han crecido bajo su cobijo en Afganistán, Irak, Siria y otros países. Según lo afirman algunos líderes africanos: “No puedes ser parte de la solución cuando eres parte del problema”.

En una lógica regional, es válido decir que la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) un instrumento bajo control colonial que cuenta con casi 400 millones de habitantes y 5.1 millones de km², y que tenía 15 miembros, hoy se encuentra en franca crisis. 4 países están suspendidos y de ellos, tres se han ido definitivamente, Burkina Faso, Malí y Níger. El cuarto, Guinea, también es muy probable que se aleje de la organización. Podría decirse que, no obstante a eso, la mayoría permanece, pero debe saberse que los tres que se fueron y el cuarto suspendido, hacen 3 millones de km², de los 5.1 millones de km² totales, es decir, casi 60%.

En el trasfondo, hay una intencionalidad de darle carácter único y universalizar la cultura occidental como si Occidente fuera todo el mundo. Lo dijo de otra manera el expresidente de Nigeria Olusegun Obasanjo: “La democracia occidental no ha logrado funcionar de modo adecuado en África, ya que fue impuesta por los colonizadores”. El exmandatario nigeriano fue más explícito: “El ejercicio de la democracia de tipo occidental ha fracasado en el continente africano porque, con ese modelo político, se pasa por alto la opinión de la mayoría de la población”, resaltando que tal democracia constituye “un gobierno de pocas personas sobre toda la gente, y estas pocas personas son los representantes solamente de una parte de la gente, no los representantes de toda la gente de pleno derecho”.

En este contexto, en vez de la democracia liberal occidental, Obasanjo opinó que en el continente debía aplicarse la “democracia afrocéntrica”, diferente al sistema democrático occidental, ya que dicho sistema no tenía nada que ver con la historia y la cultura de los pueblos del continente. Finalizó afirmando que: “La fragilidad y la inconsistencia de la democracia liberal tal y como se practica, deriva de su historia, contenido, contexto y práctica”, por lo cual, debería “cuestionar su desempeño en Occidente”.

Será muy difícil que Europa — por su convicción de ser un jardín rodeado de selva como lo afirmó Josep Borrell, Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad — pueda aceptar un mundo multicultural, multiétnico y multipolar. Mucho menos que su concepto de democracia sea cuestionado y puesto en entredicho.

Pero los nuevos líderes de Mali, Burkina Faso y Níger Assimi Goita, Ibrahim Traoré y Abdourahamane Tiani respectivamente, han comprendido la situación, han aprendido de su pasado y de los errores cometidos por algunos de sus predecesores como Kwame Nkrumah y Thomas Sankara y se dieron cuenta que el panafricanismo “debe ser algo más que una teoría contenida en libros superventas o escondida en discursos para agradar a las multitudes”.