No esperéis que el mundo os haga justicia, porque he comprobado y he sido testigo de cómo el mundo calla ante nuestro dolor. No esperéis justicia; sed justos. Llevad el sueño de Palestina en vuestros corazones, y convertid cada herida en un arma, y cada lágrima en una fuente de esperanza.
Esta es mi última palabra: no entreguéis las armas, no olvidéis a vuestros mártires y no cedáis con un sueño que es vuestro derecho.
Nos quedamos aquí, en nuestra tierra, en nuestros corazones, en el futuro de nuestros hijos.
Te alabo Palestina, la tierra que adoré hasta la muerte, y el sueño que cargué sobre mis hombros como una montaña inquebrantable.
Si caigo, no caigáis conmigo, pero llevad mi antorcha, y haced de mi sangre un puente a través del cual la generación nacida de nuestras cenizas pueda ser más fuerte.
No olvidéis que la patria no es una historia que contar, sino una realidad que vivir, y que de cada mártir nacerán mil resistentes en el seno de esta tierra.
Si vuelve el Diluvio y no estoy con vosotros, sabed que fui la primera gota en las olas de la libertad, y que viví para veros continuar por el camino de la emancipación.